Continuación de Las Salas de Rogahn y Zelligar (Aquí los sucesos anteriores)
Seguimos con las peripecias de nuestros aventureros Brandon (guerrero), Gromm (guerrero), Jidra (clérigo) y Volkas (mago). En nuestra última sesión los habíamos dejado en la sala del trono de Zelligar y Rogahn, donde habían vuelto tras investigar una cámara secreta que parecía ser el dormitorio personal de Rogahn. Tras volver a registrar las paredes de la sala, el grupo había encontrado una nueva puerta secreta y estaban listos para seguir explorando el lugar.
El grupo avanzó con cautela. Tras girar una primera esquina se encontraron con que el nuevo pasillo terminaba en una puerta. Tras avanzar comprobando si había trampas en el suelo llegaron hasta la puerta, la cuál no se les resistió mucho. Lo que encontraron al otro lado pareció ser la habitación personal de Zelligar. Los aventureros se dispersaron por la misma para poder explorarla en el menor tiempo posible. Al lado de la cama había una pequeña mesita con uno de sus cajones cerrado con llave, así que Volkas se dedicó a intentar abrir dicho cajón con la ayuda de Brandon. Al final pudieron forzarlo, viendo como una aguja salía disparada hacia delante. Por suerte habían tomado la precaución de situarse a ambos lados del mueble, y el siguiente blanco que no era otro que Jidra, estaba demasiado lejos como para que la aguja fuera efectiva. Dentro del cajón hallaron un cofre con 600 monedas de plata.
Como la habitación contenía hasta tres puertas además de la que habían usado para entrar, el grupo decidió bloquear una moviendo la cama. Después procedieron a abrir otra para descubrir lo que parecía un pasillo de entrenamiento para un mago. Las paredes y el suelo estaban especialmente ennegrecidas hacia el final de ese pasillo, así que tampoco se adentraron mucho temiendo una trampa relacionada con el fuego. Les quedaba una puerta más (hacía el este), que descubrieron daba a un nuevo pasillo con múltiples opciones. Yendo hacía el este descartaron enseguida una de las opciones, pues intuyeron muy acertadamente que debía terminar en una puerta secreta hacia la habitación de Rogahn. Volvieron entonces sobre sus pasos y se dirigieron hacia el norte. Pronto vieron como el pasillo giraba hacia el oeste y les mostraba dos posibles salas. Forzaron la puerta de la más cercana para descubrir lo que parecía una sala de esparcimiento. Entonces, desde la segunda sala, llegó el ataque.
Un grupo compuesto por cuatro hobgoblins y un gnoll atacaron a la cola del grupo según éste entraba en la habitación contigua para explorarla. Por suerte Brandon, el guerrero, estaba en ese momento guardando esa vía y los atacantes tuvieron que enfrentarse a él de uno en uno. Reculando un poco, Brandon consiguió llevar el combate hasta la entrada a la habitación de descanso, de forma que él mismo y Grom pudieran atacar al gnoll que parecía ser su cabecilla. Si bien el gnoll y su gran alfanje eran unos enemigos temibles, no pudieron hacer nada contra los dos guerreros. Un par de asaltos después el gnoll caía, no sin clavarle antes bien profundo el alfanje a Gromm. Brandon, llevado por la furia del ataque, terminó con el hobgoblin que estaba justo detrás de su jefe. Ante ese panorama los tres hobgoblins que quedaban decidieron que mejor salían corriendo. Pero Brandon no estaba dispuesto a dejarles marchar y comenzó a perseguirlos. Los hobgoblins no tuvieron más remedio que volver a dar media vuelta y enfrentarse al guerrero. El combate fue de lo más encarnizado, y no fueron pocas las heridas que sufrió Brandon, aunque al final se erigió como vencedor sobre los cadáveres de los tres hobgoblins. Era hora de curarse en la medida de lo posible para poder continuar con la exploración.
La habitación del gnoll y los hobgoblins resultó ser una especie de biblioteca que sin duda había vivido mejores tiempos. A diferencia del resto del complejo, la sala estaba iluminada gracias a cuatro escarabajos de fuego que yacían en jaulas. Si bien no había ningún libro que salvar, la sala contenía un pequeño tesoro en forma de 600 piezas de plata, 100 monedas de oro y diversas joyas y gemas. La suerte del grupo parecía estar cambiando.
Tras una breve discusión, el grupo decidió que seguirían explorando hacia el este. Y así llegaron a una de las salas más extrañas vistas hasta ahora. Pues tras sobrepasar la entrada a la habitación de Rogahn, encontraron una gran sala que se abría hacia el norte. Esa sala estaba llena de piscinas de agua. En un primer momento les pareció que era agua corriente, pero Volkas se acercó a investigar un poco más de cerca y descubrió que cada piscina contenía un tipo de líquido diferente. Esto despertó su curiosidad, pero el resto del grupo no estaba por la labor de intentar averiguar que escondía aquel lugar y forzaron a Volkas a que saliera de la sala y continuara con ellos hacia el este. Un poco después el pasillo terminaba en una pared bien sólida.
Nuestros aventureros no tardaron en descubrir que tal pared no era sino una puerta secreta que daba a otro pasillo que corría de norte a sur. Tras recargar el aceite de sus lamparas, Gromm y Jidra se encaminaron en cabeza hacía el norte, hacia una puerta que parecía ser el final del pasillo. Sin embargo era una trampa, confiados tras su victoria ante los hobgoblins y algo desesperados por los múltiples caminos que no hacían sino abrirse ante ellos, los dos aventureros avanzaron sin tomar las precauciones adecuadas, y cuando quisieron darse cuenta estaban cayendo hacía el vacío. Nada menos que 6 metros amortiguados por una buena balsa de agua en el fondo. Menos mal que los aventureros hacían pie, de otro modo se habrían ahogado bajo el peso de sus armaduras.
Brando y Volkas les lanzaron entonces una cuerda para ayudarles a subir, pero cuando Jidra estaba colgando a media altura se les escapó el cabo entre los dedos y Jidra volvió a caer hacia la oscuridad. Al final, con cuidado y paciencia consiguieron subir a los dos magullados aventureros.
Ya llevaban más de cinco horas de exploración y tocaba replegarse a descansar, así que el grupo decidió retirarse hasta la cámara de Rogahn para comer algo y reponer fuerzas. Si algo les había quedado claro era que no estaban solos en aquellas salas ...
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