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domingo, 20 de enero de 2019

Los Valientes de Volkas (44): Curse of Strahd 06

Nuestros aventureros siguen desentrañando los secretos de Vallaki mientras tratan de encontrar las reliquias de San Andras. Mientras el atardecer da paso a la noche, el grupo llega hasta la puerta de un tal Henrik van der Vroot.

Donde el mal anida


Si Milivoj no les había mentido, Henrik era el instigador del robo de las reliquias. Mientras se acercaban por la calle habían visto algo de luz a través de los postigos de las ventanas, que estaban echados en todas ellas.

Llamaron a la puerta y no recibieron respuesta, así que alzaron la voz para llamar a Henrik. Tras probar algunas formulas, este terminó por contestar desde el otro lado de la puerta, conminando a los aventureros a que se marcharan y lo dejaran en paz. Mylon y Volkas probaron a forzarle a abrir la puerta con amenazas veladas sobre el tema de las reliquias, a lo que Henrik solo respondió con la advertencia de que acabaría llamando a la guardia.  Convencidos de que hablar era una vía muerta, los aventureros echaron un vistazo a los alrededores y decidieron entrar por la fuerza. Con una patada de Delar y Mylon la barrera que bloqueaba la puerta se partió y el grupo entró a la carrera en el pequeño taller del constructor de ataúdes. Volkas invocó su conjuro de dormir y Henrik calló redondo.


Tras dejarle atado y amordazado, Mylon se quedó vigilándole mientras Volkas y Delar exploraban la casa. La primera planta no parecía guardar ningún misterio, por lo que procedieron a subir las escaleras hasta que llegaron a una especie de almacén. Allí vieron cuatro grandes cajas llenas de tierra de la que estaban emergiendo ¡cuatro vampiros! Volkas dio la voz de alarma para que Mylon corriera a ayudarles y Delar ocupó la primera línea de batalla para tratar de contener a las criaturas.

El combate fue encarnizado. Volkas invocó una bola de fuego que hirió a las criaturas, incendiando de paso el taller. Mientras tanto Delar se batía desesperado contra dos de las criaturas, que lo hirieron de gravedad en varias ocasiones. En cuanto Mylon llegó hasta sus compañeros trató de expulsar a las criaturas invocando a la luz de Pelor, pero no surtió efecto. Por lo visto su poder era menos potente en aquella tierra maldita. La situación se hizo desesperada, con Delar cerca de sucumbir, y Volkas y Mylon asediados por las criaturas. Volkas estaba meditando seriamente si no tirarse por la ventana para tratar de salvar su vida cuando les llegaron ruidos de la planta inferior. La guardia había llegado atraída por el incendio.

Junto a la guarida llegó su capitán, aquel a quien llamaban Isek. En ese momento Mylon reunió el resto de sus fuerzas y trató una vez más de expulsar a las criaturas, con bastante mejores resultados. Dos de los vampiros huyeron despavoridos mientras que los otros dos eran abatidos con ayuda de los refuerzos. Toda la planta superior era pasta de las llamas, y amenazaba con derrumbarse, así que todos salieron al exterior, donde ya se estaba organizando una cadena humana para tratar de sofocar las llamas. Henrik, libre de su mordaza, contó a la guardia que los vampiros lo tenían preso y lo habían obligado a robar las reliquias de San Andras, pues estaban planeando atacar el santuario y no podían mientras las reliquias no salieran del lugar. Mylon preguntó entonces donde estaban las reliquias y Henrik le contestó que estaban ocultas en su habitación, en el piso superior. Ignorando el peligro, Delar entró corriendo en la casa para intentar recuperarlas. La suerte le sonrió y la habitación de Henrik aún no había sido consumida por las llamas.


Ya en el exterior los aventureros le dijeron a Isek que tenían que llevar las reliquias a la iglesia. Este les dejó ir, aunque les advirtió de que al día siguiente irían a buscarlos a la posada para tener una reunión con el burgomaestre. Una hora después estaban ya en la posada descansando, sabiendo que la iglesia de San Andras volvía a estar protegida e Ireena fuera de las garras de Strahd, aunque solo fuera por aquella noche.

Pero el día no había terminado aún para los Valientes de Volkas. En la posada estaba actuando Rictavio, el semielfo bardo del que les hablara Urwin. Al acabar la actuación se reunieron con él. Rictavio estaba al tanto de la hazaña de los aventureros, y esto pareció ser la última prueba necesaria para que él y Urwin se sinceraran por completo: Rictavio era en verdad un cazador de vampiros conocido como Rudolph van Ritchen. Lo que sí era cierto es que era un "extranjero" como los aventureros, llegado de un lugar llamado Darkon. Llevaba meses utilizando la magia para ocultar su verdadero aspecto y aprender todo lo que pudiera del lugar con la ayuda de Urwin, quien resultó ser el cabecilla de una organización secreta llamada los Guardianes de la Pluma Negra. Su fin último era acabar con Strahd, pese a lo imposible que parecía tal misión.


Los aventureros hablaron largo y tendido con van Ritchen. Le preguntaron por Madame Eva, los vistaní, Strahd y muchas otras cosas. Pero la noche avanzaba y el grupo estaba agotado. Rudolph les dijo que podría intentar desentrañar lo que Madam Eva les había dicho de forma tan críptica y los emplazó a reunirse con él al día siguiente. Y ahora sí, el grupo se retiró a descansar disfrutando de la sensación de que habían logrado una pequeña victoria...



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