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domingo, 3 de marzo de 2019

Los Valientes de Volkas 50: Curse of Strahd 12

En su última sesión, nuestro grupo de aventureros comenzaba su andadura por el castillo de Strahd topándose con su chambelán. No será ese el único habitante del castillo con el que se topen.

Perfectos extraños


Tras recomponerse y asegurarse de que los dos cuerpos animados no se levantaban más, nuestros aventureros exploraron el balcón en busca de todas las rutas de salida posible. Unas escaleras al norte descendían probablemente de nuevo hacía la capilla, mientras unas puertas dobles permanecían cerradas a su izquierda. Se decidieron al final por las puertas, que no se resistieron mucho.

Un ancho corredor de techo abovedado se abrió ante ellos. Enormes telarañas llenaban las zonas altas del pasaje, temiendo la presencia de arañas venenosas, el grupo recurrió a sus artes mágicas para quemarlas y desenmascarar a cualquier criatura que se escondiera entre las sombras. No vieron nada y se decidieron a avanzar. Habían llegado a la mitad del pasaje cuando Delar pisó una baldosa que se hundió ligeramente bajo su peso. Le dio el tiempo justo a saltar y avisar a sus compañeros antes de que un enorme ariete disimulado perfectamente en el techo se descolgara y barriera el pasillo de punta a punta. Quiso la gracia de Pelor que ningún aventurero resultara herido, pues el ariete parecía mortal de necesidad.

Poco después el grupo llegaba hasta una especie de salón de audiencias. La luz de la luna se filtraba por un gran ventanal roto, confiriendo al conjunto un aire de decadencia, abandono y tristeza. Quizás como una muestra de la actitud de Strahd hacia sus vasallos, un gran trono de madera daba la espalda a la habitación y se encaraba hacía la pared sur. Dos grandes escaleras descendían al norte, aunque fue una pequeña puerta a la izquierda lo que más llamó su atención: un poco de luz se filtraba por el dintel.

A través de la puerta accedieron a una pequeña habitación inundada de papeles e iluminada por un par de candiles. Un hombre de edad avanzada se afanaba por apuntar y repasar notas en varios libros. Encadenado con una pesada cadena, no parecía que aquel hombre pudiera ir a lugar alguno o representar una amenaza inmediata, por lo que los Valientes de Volkas procedieron a su interrogatorio.

  
El hombre se presentó como Lief, el contable del conde. El grupo trató de sonsacarle donde podrían encontrar a Strahd sin demasiado éxito. Convencidos de que el contable no estaba en sus cabales, y temiendo que hiciera uso de una cadena de llamada que colgaba cerca de su posición, salieron de la habitación por otra puerta y lo dejaron en paz. Así llegaron a una nueva escalera de caracol donde  decidieron seguir subiendo antes que descender. Llegando así a la tercera planta.

No tardaron en descubrir un nuevo horror del castillo, pues al acceder a la primera habitación del piso se toparon con dos armaduras animadas por los cuerpos de un centenar de ratas. Las armaduras se lanzaron contra nuestros aventureros, pero estos se hicieron fuertes en el rellano de las escaleras y pudieron vencerlas sin grandes problemas. Desde la habitación de las armaduras accedieron entonces a un pequeño salón con una mesa puesta para un banquete. En el centro un antiguo pastel nupcial mostraba una erupción, como si algo hubiera salido de su interior. Sin duda la magia operaba en el lugar pues las telarañas y el polvo reinaban en el lugar y sin embargo el pastel se mantenía en buen estado (aparentemente).

El grupo decidió no tocar nada y salió por el norte hacia un gran salón de estar. Las paredes estaban forradas de libros, y un fuego ardía con furia en la chimenea caldeando la habitación. El salón mostraba varias puertas de salida, pero nuestros aventureros decidieron volver al comedor y explorar una puerta anterior.

Así llegaron a una especie de baño vestidor. Una gran bañera repleta de sangre les dio la bienvenida. Volkas invocó a un elemental del fuego, convencido de que esa bañera no podía depararles nada bueno. Pero una vez más se demostró que sus mentes eran capaces de imaginar muchos más peligros de los que el castillo de verdad contenía, quizás buscando que los visitantes se relajasen para asestarles un golpe mortífero cuando menos se lo esperasen. Los Valientes de Volkas no cometerían ese error.

Por la puerta del norte accedieron a un dormitorio. Una muchacha se incorporó asustada ante la presencia del grupo. Parecía humana. Los aventureros habían encontrado a Gertruda, la hija perdida de Mary la loca. La chiquilla les contó que había venido por su propio pie, y que el conde no le había producido ningún daño. Como si de un cuento de hadas se tratase, pensaba que ella podía ser capaz de curar cualquier mal que anidara en el corazón del noble. Convencidos de que la muchacha debía estar bajo el influjo de algún hechizo, decidieron dejarla en la habitación y volver si acaso cuando hubieran acabado con el conde. Probablemente estaría más segura allí que deambulando por los pasillos del castillo.



Una puerta de doble hoja les condujo de nuevo al salón de la chimenea y de los libros. ¿Habría allí algún conocimiento que les pudiera ayudar a destruir a Strahd? ...


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