Los Vengadores de Boccob inician una nueva aventura en tierras de Verbobonc. Tras conocer al consejo de Hommlet, se han comprometido a involucrarse en una misión que puede haber costado la vida a un grupo de aventureros anterior.
Encuentros a media noche
El sol apenas empezaba a asomar cuando el grupo se puso en marcha. De las múltiples rutas posibles, los Vengadores se decidieron por el viejo camino que llevaba a la barbacana. Viajar por el río no les proporcionaría cobertura, y avanzar por su vera tampoco les parecía una buena opción. El camino, en cambio, les ofrecía avanzar rápido y esperaban contar con múltiples opciones para ocultarse llegado el caso. Tras años de abandono, la maleza había reclamado muchas partes del camino, por lo que esperaban contar con cierta protección ante miradas indiscretas.
El grupo avanzó sin pausa. Markus se cercionó de que no había huellas recientes, y tras recorrer unos 10 kilómetros vieron las ruinas de la barbacana sobre una isla-promontorio en mitad del río. Descartaron una incursión inmediata prefiriendo montar guardia en una arboleda cercana. La primera guardia la haría Finan.
Sin apartar la mirada de la barbacana, Finan distinguió varios bultos que salían del agua y volvían a ella, aunque por la distancia y la escasez de luz, no pudo determinar de que se trataba. Al menos en las ruinas no se veía luz y ninguna de aquellas formas se había acercado a sus inmediaciones. En esto estaba Finan cuando se escuchó un ruido a sus espaldas y seis ogros irrumpieron en el lugar de la acampada. Los ogros estaban tan sorprendidos como Finan, pero no tardaron en recomponerse y cargar hacía el clérigo. Lejos de amilanarse, Finan invocó la ayuda de San Curthbert e interceptó a 3 de ellos mientras daba la voz de alarma. Las mazas de los ogros bajaron e impactaron sin compasión en el cuerpo del clérigo. Su armadura no le protegió en esta ocasión, cayendo abatido a los pies de sus enemigos. Sin embargo había ganado un tiempo precioso, el suficiente para que el resto del grupo se levantase y se preparase para el combate.
Juku atacó como un rayo, intercambiando varios golpes con uno de los ogros. Mientras tanto Markus hacía lo propio por el otro flanco. Galiard aprovechó el desconcierto inicial y se colocó detrás de Juku, lanzando un poderoso conjuro de invisibilidad que permitiría al guerrero seguir atacando sin que sus enemigos pudieran verlo. Esa acción se demostraría providencial, aunque no antes de que Markus cayera bajo el empuje de los ogros.
El destino de nuestros aventureros pendía de un hilo. Y entonces, como si una fuerza divina se pusiera del lado del grupo, la situación se dio la vuelta. Markus se levantó milagrosamente y se unió otra vez al combate, dando un tiempo precioso a Juku para que suministrara una poción de curación al caído Finan. Con los dos compañeros de nuevo en pie, Juku se dedicó a sacar de quicio a sus adversarios, golpeando y retirándose momentos después. Los ogros, rojos de furia, solo acertaban a batir el aire intentando adivinar donde estaba el escurridizo guerrero. Y a fe de San Curthbert que alguna vez le acertaron, aunque no fue suficiente para detenerlo. Mientras Galiard apoyó al grupo con sus proyectiles mágicos y algún que otro conjuro de trasmutación, que hizo que un infortunado ogro se convirtiera en un ratón de campo.
Poco a poco el grupo se fue imponiendo acabando con más de sus enemigos hasta que el silencio volvió a dominar la noche. Aunque vencedores, la contienda había tenido un alto coste para el grupo, que tras meditarlo decidió alejarse de aquel lugar y buscar un nuevo sitio donde acampar y recuperar fuerzas. El último en abandonar el claro fue Markus, intrigado por los tatuajes de los ogros, unas formas geométricas que le recordaban poderosamente a los símbolos relacionados con el templo del mal elemental...
Poco a poco el grupo se fue imponiendo acabando con más de sus enemigos hasta que el silencio volvió a dominar la noche. Aunque vencedores, la contienda había tenido un alto coste para el grupo, que tras meditarlo decidió alejarse de aquel lugar y buscar un nuevo sitio donde acampar y recuperar fuerzas. El último en abandonar el claro fue Markus, intrigado por los tatuajes de los ogros, unas formas geométricas que le recordaban poderosamente a los símbolos relacionados con el templo del mal elemental...