En nuestra última sesión dejamos a nuestros aventureros revisando la biblioteca del conde Strahd. La chimenea estaba encendida y se respiraba cierta atmósfera de seguridad. Sin duda una de las peores trampas del castillo, como veremos a continuación.
Confianzas que matan
La biblioteca estaba atestada de volúmenes, todo ellos interesantes. Sin embargo los Valientes de Volkas no encontraron ningún libro que les ofreciera ayuda inmediata en su lucha contra el conde. El tiempo pasaba y la noche se acercaba, con todo lo que eso podía implicar. Espoleados por su deseo de enfrentarse al conde durante las horas de luz diurna, el grupo abandonó la inspección de la biblioteca y salió por una de las puertas del norte.
El cambio fue instantáneo, del calor y acogida de la biblioteca, pasaron a un pasillo frío donde retumbaban los rayos que caían profusamente en el exterior. A la derecha vieron una larga cámara, con estatuas enormes de poses regias y miradas severas. Los aventureros pensaron que sus ojos les jugaban una mala pasada, pues con la caída de cada nuevo rayo, las caras de las estatuas parecían mudar a expresiones de terror. Decidieron no adentrarse en la cámara y continuar su camino a través de una puerta a su derecha, hacia una torre circular teñida por una extraña luz de color rojizo. Las escaleras circulares corrían pegadas a la pared exterior de la torre, dejando un abismo abierto en el centro. Gracias a eso el grupo pudo ver que de la cúspide colgaba una gran piedra de color rosáceo que emitía los pulsos de luz rosada que inundaban la torre.
Los aventureros se apresuraron a subir las escaleras, confirmando con cada nuevo paso que la extraña piedra parecía un enorme corazón hecho de pequeños cristales. Un nuevo horror, que sospechaban, no sería el último. Así llegaron hasta una gran sala que se abría a un puente exterior batido por el viento y la lluvia. Al final de dicho puente se veía otra torre de grandes dimensiones. Pero el grupo decidió que lo primero era acabar con el corazón, pues sospechaban que jugaba un papel importante para el castillo sino para el propio conde.
Los Valientes de Volkas comenzaron a atacar con todo lo que tenían al corazón, del que comenzaron a caer pequeños fragmentos de cristal hasta terminar por estallar. Se oyó entonces un gran rugido que estremeció la torre desde sus mismos cimientos. Eso solo consiguió envalentonar a nuestros aventureros, hasta que tres vampiros saltaron desde el hueco central hacía ellos. Un cuarto vampiro atacó a Delar por la espalda, al trepar por el exterior y llegar hasta él desde el puente.
Comenzó entonces un combate sin cuartel. Delar, atrapado entre dos vampiros sufría herida tras herida, mientras Volkas reculaba hacía la pared intentando librarse del combate cuerpo a cuerpo para poder seguir usando su magia y Mylon trataba de abrirse camino para ayudar a su compañero en apuros. En el momento crítico Mylon sacó el símbolo de Ravenkin y encomendándose a Pelor trató de expulsar a los vampiros. Al principio pareció que el intento fracasaría, pero al final la voluntad de los muertos vivientes se quebró, y aquellos que aún no habían caído en el combate salieron huyendo. El grupo no se lo pensó dos veces, y ayudando a Delar a pasar el puente, cruzaron hasta la otra torre, temiendo que con la desaparición del corazón, la torre por la que habían subido colapsara.
Aunque habían sobrevivido, el combate había consumido no pocos de los recursos del grupo. Sin embargo debían seguir moviéndose. Nada les aseguraba que otros vampiros no fuera a ocupar el sitio de los huidos. De todas formas hasta ahora habían vencido todo lo que el castillo les había lanzado; zombis, armaduras animadas por manadas de ratas, vampiros... contaban además con el símbolo de Ravenkin y la hoja solar, así que se sentían con posibilidades de vencer a cualquier enemigo.
Con ese pensamiento descendieron por la nueva torre hasta el piso inmediatamente inferior. Lo primero que vieron fue una habitación descuidada, con algunos muebles viejos entre los que se movían varios gatos. Los felinos dejaron de hacer lo que estuvieran haciendo para mirar con curiosidad a los aventureros, que simplemente los ignoraron. Accedieron así a un amplio laboratorio lleno de mesas con extraños líquidos y otros componentes igualmente perturbadores; ¡brujas! resonó con fuerza en sus mentes. De una puerta hacia el norte les llego el sonido apagado de un líquido burbujeante. El grupo cedió a su espíritu explorador y abrió la puerta decidido a enfrentarse a lo que contuviera la sala, pero solo vieron un gran atril donde descansaba un enorme libro y un puchero que emitía vapores verdosos desde el centro de la habitación.
En ese instante cuatro brujas se hicieron visibles desde las cuatro esquinas de la habitación. Trataron de dormir a los aventureros y les lanzaron terribles rayos relampagueantes. Solo entonces el grupo entendió donde se habían metido y el peligro mortal en el que se hallaban. Actuando con gran celeridad cerraron la puerta y la atrancaron con uno de los muebles del laboratorio. Después pusieron pies en polvorosa y ascendieron de nuevo a la terraza de la torre. Se sentían atrapados, y con las fuerzas mermadas no tenían otra opción que esconderse. Entonces Volkas recurrió a su "Truco de la cuerda", creando un pequeño espacio interdimensional donde poder ocultarse. Con un poco de suerte las criaturas que los cazaban no podrían detectarlos...
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