miércoles, 19 de junio de 2019

Los Vengadores de Boccob 18

Nuestros aventureros continuan con su exploración de Rappan Athuk, aunque algo ha cambiado. Ahora tienen un buen tesoro que llevar tras de sí y cuatro días por delante hasta su cita con el barquero que debe llevarles de vuelta a Lagodiamante.

Hacia la superficie


Tras un merecido descanso, los Vengadores de Boccob habían recuperado todas sus fuerzas y estaban preparados para seguir la marcha. Lo primero fue sanar a Juku, malherido desde que se topara con aquella trampa mágica en la cripta del tumultuario.

Había que ponerse en marcha, pero la perspectiva de pasar cerca de la esfinge no les atraía mucho. Si el tumultuario no les había mentido, estaba allí encerrada deseosa de escapar a toda costa. Los Vengadores de Boccob no querían los manipularan una segunda vez, así que mejor poner tierra de por medio. En cualquier caso, Heahmund pensó que podían dedicar algo de tiempo a estudiar el misterioso trono de madera. Sugirió que Galiard usara sus poderes de indagación para corroborar la historia del tumultuario, y así sabrían mejor a que atenerse.

De esta forma, los aventureros terminaron una vez más en el gran salón del trono. Galiard cruzó la verja mientras sus compañeros se quedaban al otro lado con las armas prestas para intervenir si era necesario. Galiard tocó el trono, pues no había otra forma de que su conjuro de identificación funcionase, y al momento un torrente de información confusa golpeó su mente. Sus años de entrenamiento le permitieron serenarse y que el conjuro no escapase a su control. Así vio claramente que el trono era un objeto poderoso que permitía atar a una criatura a una determinada zona, tal y como el tumultuario dijo que se había hecho con la esfinge. Pero también vio que el trono poseía esencia maligna, y que estaba preparado para alterar la moral de cualquiera que se sentase en él, introduciendo deseos y pensamientos malignos en la víctima.

Quiso romper entonces el contacto y contar sus hallazgos, pero Galiard descubrió con estupor que estaba paralizado. No muy lejos de él, se abrió una trampilla oculta en el techo de la que cayó un cieno gris que comenzó a reptar hacia el infortunado elfo. Markus disparó sus flechas mientras Heahmund y Juku se apresuraban a cruzar la verja para socorrer a su compañero hechicero. Una vez más el hacha mágica de Juku demostró su valor, pues no le afectaron los jugos corrosivos de la criatura. Evitado ese peligro, no fue difícil para el guerrero dar cuenta de la temible criatura, no sin que esta llegara a lanzarse al menos una vez contra Galiard. Sin más peligros a la vista, Heahmund agarró por la cintura al elfo paralizado, y dando un fuerte estirón, lo separó del trono. Galiard recuperó entonces la movilidad y pudo compartir lo que había averiguado. Todo indicaba que efectivamente la esfinge estaba presa.


Nuestros aventureros decidieron entonces probar suerte a través del río, usando la puerta secreta al norte de donde pasaran la noche. Aunque era una ruta desconocida, les permitía evitar la guarida de la esfinge. Así que volvieron sobre sus pasos y se dirigieron a dicha caverna. Una vez allí, lo primero que vieron fue una gran telaraña que separaba la cueva en dos. Un guardia humano de los que pululaban por los niveles superiores había sido reducido a poco más que piel y huesos dentro de un capullo de tela, y algo parecía esconderse entre las sombras del alto techo. Galiard no se lo pensó dos veces. Con todo lo vivido esos últimos días había ganado más confianza que nunca en sus conocimientos arcanos, y se arriesgó a utilizar un hechizo que nunca antes había utilizado: ¡una bola de fuego!


La caverna estalló en llamas y consumió la telaraña por completo. El resto del grupo entró de nuevo por la puerta para explorar lo que quedase, solo para toparse con una gran araña humeante que les cayó del techo. Pero el fuego había hecho su trabajo, y la araña fue pasto de las armas de nuestros aventureros. Lamentablemente la cámara no parecía tener salida. El río fluía de este a oeste, pero desaparecía a través de las paredes de la caverna, y la única forma de continuar parecía ser bucear hasta encontrar otra cámara con aire. Demasiado arriesgado.

Convencidos de que no había otra ruta, recogieron todo su tesoro como mejor pudieron, y pasaron a través de la puerta secreta que les indicara la esfinge. Para su sorpresa todo estaba en calma al otro lado, y nada les molestó en su camino hasta la gran cueva donde descansaban los restos de Luel. Envalentonados, continuaron su camino buscando la sala del nivel superior, donde se habían hecho fuertes en otras ocasiones. No sin cierta sorpresa, lograron su objetivo sin encontrar oposición. Ya en la sala del primer nivel, usaron los resto de una estatua para bloquear una de las dos puertas, y se sentaron a descansar. Aún quedaban varios días por delante antes de que pudieran abandonar aquellas ruinas malditas...


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