miércoles, 17 de julio de 2019

Los Vengadores de Boccob 21

Tras una semana de descanso, retomamos las aventuras (y desventuras) de los Vengadores de Boccob. En la última sesión los dejamos descendiendo hacia las profundidades de nuestro Rappan Athuk particular.

Ecos de dioses olvidados


Un frío intenso y húmedo dio la bienvenida a nuestros aventureros según descendían por la escalera angosta que acababan de descubrir. A parte de las precauciones habituales, el descenso fue más lento de lo esperado debido a las estalactitas y estalagmitas que trufaban el camino. Una densa capa de polvo húmedo indicaba a todas luces que seguían adentrándose en lugares hace tiempo olvidados. ¿Y dónde pueden haber más riquezas que en aquellos lugares donde no llegan la mayoría de los saqueadores?

Pensando en ello llegaron a una cámara grande. Su estado no era ruinoso, pero sin duda había vivido tiempos mejores. En sus paredes apenas eran visibles partes de unos frescos bastante inquietantes. Una figura reptiloide de gran tamaño y alas correosas recibía sacrificios humanos entregados por saurios de vivos tocados. ¿Tendrían algo que ver los saurios de esas imágenes con los que ahora pululaban por el complejo? Sus vestiduras y semblantes era algo diferentes. Los de las paredes parecían mucho más regios.

La cámara tenía dos salidas hacia el este, protegidas por puertas de bronce colado de gran tamaño, arruinadas también por el paso del tiempo y por la humedad. A través de una de ellas el grupo llegó hasta un enorme templo. Su estado no desentonaba con lo visto hasta ahora, ya que parte del techo se había venido abajo. Sus paredes contenían partes de frescos con imágenes similares a las ya vistas, y hacía el sur, un ominoso altar mostraba una gran figura de casi 3 metros con la forma del reptil alado. Con el juicio de quien ha recibido más palos de los deseados, nuestros aventureros no osaron pisar el altar, aunque sí descubrieron unas pisadas reptilianas que llegaban hasta el lugar y se alejaban después por el mismo camino.

Dejarían para después ese rastro. Primero querían reconocer toda la zona para no dejar posibles enemigos a sus espaldas. Cerca del altar se encontraron con otra gran puerta de bronce con filigranas de oro, que al contrarío que el resto del recinto se conservaba en perfectas condiciones. Un gran sello parecía salvaguardar la puerta y lo que fuera que ocultaba tras ella. Se decidieron a abrirla, pero solo daba a un pasillo bien conservado hasta unos 10 metros de la puerta, momento en el que un derrumbe lo bloqueaba.

En la pared opuesta discernieron cuatro puertas en las que identificaron la presencia de la magia. Dos parecían bloqueadas e inutilizadas por los derrumbes. Galiard utilizó su Disipar magia con una de las que aún parecían poder abrirse, ante el temor de que la magia viniera de algún tipo de salvaguarda. Su conjuro se demostró muy potente y eliminó toda la magia de la puerta, haciendo que al abrirla solo encontraran una pared solida. Abrieron una segunda y solo vieron una gran niebla muy densa que aspiró hasta hacer desaparecer una cuerda con la que lanzaron una roca atada al interior. Sin duda estaban ante algún tipo de teletransportador con el que era mejor no jugar.

Los aventureros volvieron una vez más sobre sus pasos y se dirigieron hacia la última salida que les quedaba por explorar, unas escaleras al norte que ascendían. Por ellas llegaron hasta una puerta secreta, aunque esta vez estaban del lado oculto y era obvio como abrirla. Dicha puerta les dio paso a una cámara circular de buen tamaño, en cuyo centro se alzaba la estatua de algún tipo de ser demoniaco. No era igual que el visto en el templo, este era más bien de apariencia humana. Sus ojos hechos con dos grandes zafiros lanzaban desechos al rebotar la luz del Fulgor de los aventureros. Juku quedó de inmediato prendado de las joyas, aunque aguardó por precaución a ver qué hacían sus compañeros.

La estatua de piedra miraba hacia el oeste, hacia un corredor que abandonaba la estancia. Pero en cuanto Heahmund apareció por la puerta, la estatua giró su gran cabeza y se le quedó mirando. Fue ocultarse, y la estatua volvió a mirar hacia el oeste. Galiard y Juku decidieron investigar la estatua de más cerca, y así descubrieron unas inscripciones en flaenio antiguo que decían:

"Que la llamas purifiquen a los enemigos de Tánatos"

Decididos a continuar con su exploración, el grupo ideó un plan para que Galiard rodeara la estatua mientras esta se giraba para mirar a Heahmund,  de forma que el mago no estuviera nunca a la vista  del demonio pedregoso. El plan funcionó a la perfección, y así Galiard llegó hasta la parte oculta de otra puerta secreta, que daba al templo de la gran caverna donde se habían enfrentado a los minotauros, gnolls, goblins y saurios. Solo les restaba volver hasta el templo saurio y seguir el rastro de pisadas.

Pero Juku no opinaba lo mismo. Mientras Galiard regresaba, se encaramó a la estatua e intentó arrebatarle uno de sus zafiros. Una explosión de fuego lo rodeó por completo, alcanzando también a su compañero mago. Los dos aventureros abandonaron la sala a correprisa, con múltiples heridas en su piel y las ropas aún humeantes. Los zafiros no serían para ellos, al menos de momento.

Heahmund atendió a sus compañeros, y algo restablecidos volvieron a templo ancestral, decididos a averiguar el origen del rastro de pisadas...


4 comentarios:

  1. Juku, guerrero inepto y avaricioso, ¿cuando aprenderás?

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    1. Bueno, lo de inepto no sé si lo comparten tus compañeros, porque últimamente das "caricias" como panes ;)

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  2. Hombre, lo de la trampa se veía a leguas "que las llamas purifiquen a los enemigos de Tánatos"...

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    1. Sí, pero esas gemas ... es como una luz para una polilla XD

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