Continuamos con las peripecias de nuestro grupo de aventureros sin nombre mientras exploran nuestra particular versión de Rappan Athuk. En su última sesión los dejamos frente a un libro que contenía parte de la historia del lugar.
Hacia las profundidades
Tras comentar el contenido del libro con el resto del grupo, Luel tomó la decisión de llevárselo con ella. El grupo decidió continuar y explorar el pasillo que tenían a su izquierda, bloqueado por un rastrillo. Les pareció que algo se ocultaba en las sombras, y un momento después apareció una especie de dríada que huía hacia la reja desde el otro lado. La dríada se paró en seco al ver a los aventureros y se fundió con la pared del pasillo, desapareciendo de su vista. Nada vino en persecución de la dríada, y el grupo tampoco encontró la forma de abrir el enrejado para acceder al otro lado.
Probaron entonces a explorar lo que se ocultaba tras las dos pesadas cortinas de su derecha. Markus el explorador abrió la marcha y dio con una sala que claramente pertenecía a algún tipo de capilla o templo. Al fondo había dos cortinas más que ocultaban el final de la sala. Había señas de que las antorchas de aquel lugar se habían apagado hacía poco, pues aún estaban humeantes. La luz que portaban les mostró unas pinturas en la pared que parecían representar la expulsión de Beory y el resto de dioses de su panteón por los tracios, una vez abrazada la religión de Tánatos.
El grupo se dio cuenta entonces de que una de las antorchas no humeaba, así que la revisaron y encontraron una palanca que levantaba el enrejado. Pero antes de volver para atrás Markus quería terminar de revisar el templo, así que miró desde una esquina lo que se ocultaba tras las cortinas del fondo. Allí se escondía una enorme estatua que fue capaz de atacar la mente de Markus hasta dejarle convulsionando en el suelo.
El resto de los aventureros arrastraron el cuerpo de Markus hasta un lugar seguro, y tras escuchar lo que había ocurrido, Luel avanzó para observar intentando evitar los ojos de la estatua. La estratagema no funcionó, y aunque los efectos sobre Luel fueron menos potentes, también sufrió una experiencia horrible que convenció a todo el grupo de que debían dejar el lugar en paz.
Solo podían volver por donde habían venido o explorar el pasillo tras el rastrillo. La última de las opciones fue la elegida, y un poco después estaban ante unas escaleras que descendían hacia las profundidades. Cuando el grupo se encontraba por la mitad del mismo, se oyó un "clic" y los escalones se convirtieron es una rampa sembrada de pequeñas púas afiladas. Markus y Galiard aguantaron el tipo, mientras Luel y Juku caían hasta el fondo. Y eso que Markus notó que su experiencia con el ídolo le había dejado secuelas y sufría de pequeños temblores.
Nuestros aventureros se reunieron debajo y echaron un vistazo rápido al lugar. Se encontraban en una gran caverna cruzada por un río de aguas transparentes. Cerca de ellos, en medio del río, vieron una especie de atalaya de piedras y sobre ella, el cuerpo algo traslucido de un enano sollozante. El enano les contó que formaba parte de un grupo que fue masacrado mientras descansaban en esa misma gruta. El enano les pidió que por favor dieran descanso a sus restos. Decididos a ayudar al enano, el grupo avanzó hacia el final de la cueva, cuando fueron sorprendidos por un grupo de estirges que se lanzaron sobre ellos. Los aventureros las abatieron a todas, pero no sin recibir varias heridas, que sumadas a todas las anteriores les convencieron de atrincherarse y descansar. ¿Correrían la misma suerte que el grupo del enano? ...
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