El grupo permaneció en silencio mientras veía como la partida de guerra de los gigantes bajaba por el valle camino de los asentamientos de Geoff. Era ahora o nunca, su última oportunidad para adentrarse en la fortaleza y averiguar quién estaba detrás del gran pacto de los gigantes.
Contra reloj
Los Valientes de Volkas se pusieron en marcha al caer la noche. Asumiendo que los gigantes seguirían con su costumbre de consumir alcohol pese a estar de guardia, el grupo espero en las cercanías del fuerte hasta la medianoche. Usaron la misma vía de entrada de siempre, volviéndose invisibles y escalando la torre de vigilancia. Tal y como esperaban, el guardián yacía durmiendo la mona en el suelo, lo mismo que su compañero del vestíbulo.
Sin perder tiempo, el grupo se dirigió hacia los aposentos del cacique, con la guía del fino olfato de "cenizas" y la ayuda mágica de Mylon. El clérigo apeló a sus poderes y lanzó un conjuro para detectar la presencia de los estuches porta-pergaminos. De esa forma llegaron hasta una pequeña sala de estar con un gran mapa colgado de la pared. El mapa, algo burdo, mostraba rutas y objetivos en las tierras de los hombres. Volkas hizo una copia a toda prisa, mientras el resto de sus compañeros localizaba una puerta secreta tras unas pieles.
Así llegaron hasta unas escaleras de bajada y una leñera. En esa leñera encontraron los tubos ocultos sin demasiada destreza. Se quedaron uno, pues aunque ya no contenían ningún mensaje, todos mostraban una runa con forma de Y en el interior de un triángulo.
El grupo continuó con la exploración bajando por las escaleras. Así llegaron a una serie de cámaras vacías salvo por una que parecía contener un gran tesoro. Pero el fino olfato de "cenizas" les avisó de la presencia de magia, y tras un hechizo de disipación de Volkas, todo quedó reducido a una gran montaña de piedras. Sin duda era algún tipo de trampa. No parecía que allí fueran a encontrar más respuestas, así que volvieron al piso superior, pensando que quizá hubiera alguna pista más en la habitación del cacique.
Pensaron que lo habían encontrado al hallar una nota oculta bajo la almohada de su lecho. Pero solo resultó otra trampa más. La nota ardió y una boca mágica comenzó a gritar. Era cuestión de tiempo que los pocos guardias que quedaban los apresaran, así que el grupo salió atravesando la chimenea. Ahora sí que estaba claro que ya no podrían volver. La información que habían obtenido tendría que valer.
No tardarón en contactar con Mordenkainen, y unas horas después estaban de vuelta en la ciudad libre de Falcongrís. La información era ciertamente escasa, pero la manufactura del porta-rollos era claramente élfica. Eso sin duda acrecentaba el misterio. Estarían los Drow, los elfos oscuros del inframundo, relacionados o se estaban enfrentando a un nuevo enemigo totalmente desconocido. Por suerte el mapa copiado mostraba el emplazamiento de la fortaleza de los gigantes de la escarcha. Quizá allí pudieran encontrar nuevas pistas...
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