domingo, 9 de diciembre de 2018

Los Valientes de Volkas (39): Curse of Strahd 01

Introducción


En nuestra ultima sesión acordamos comenzar la campaña de 5ª edición Curse of Strahd. Ravenloft es una de mis ambientaciones favoritas, y al usar el reglamento de Eirendor supuse que no sería muy complicado (prácticamente es directo) utilizar el material. Mi grupo ya jugó hace unos años la I6, pero esta nueva encarnación añade lo suficiente como para que se pueda jugar otra vez. Eso sí, pese a venderse como una campaña abierta, no deja de ser mucho más cerrada que nuestra campaña actual en Greyhawk, de ahí lo de hablarlo antes con los jugadores. Con los años se han vuelto unos blandos y no me pusieron pegas. O quizás es que después de lo mal que lo hemos pasado jugando al Enemigo Interior piensan que nada puede ser peor. Sea como sea, las nieblas están listas para abrazar a nuestros bravos jugadores, así que vamos con el resumen de nuestra primera sesión. Aviso para navegantes: si piensas jugar esta aventura mejor no sigas leyendo, habrá revelaciones por doquier.

Los personajes


Actualmente Los Valientes de Volkas está formado por:




Volkas Thereed, hechicero de Radura. Estudió en la universidad de artes mágicas de Falcongrís, y tras una mala experiencia en Saltmarsh (Keolandia), volvió a la gran ciudad con la esperanza de rehacerse y labrarse un porvenir.







Delar de Willip, explorador de Furyondia. Trabajó un tiempo como mercenario para los Valientes de Volkas durante la exploración de las ruinas del castillo de Falcongrís. Con la caída de varios de los miembros del grupo original durante una misión en la Costa Salvaje, fue aceptado en el grupo como miembro de pleno derecho.






Mylon de Nellix, clérigo de Pelor originario de Nyrondia. Al igual que Delar, los Valientes de Volkas contrataron sus servicios en varias ocasiones antes de proponerle que se uniera al grupo definitivamente.



Una nueva tierra


Los Valientes de Volkas habían aceptado el encargo de escoltar a Sara de Winterdeep hasta sus tierras en Verbobonc. Salieron a media mañana y tras atravesar el Selintán tomaron el viejo camino hacia Dyversa. Al final del día se levantó una densa niebla, por lo que el grupo decidió acampar. La niebla se hizo tan espesa que prácticamente fue imposible orientarse y comenzaron a perder el contacto los unos con los otros. Por suerte la niebla comenzó a levantarse tan rápidamente como había llegado. Los Valientes de Volkas se habían mantenido unidos, pero del resto de la comitiva no había ni rastro. Además tampoco reconocían el paisaje a su alrededor. El grupo se encontraba en un estrecho camino en el interior de un bosque enmarañado. Un cielo gris oscuro se filtraba con dificultad a través de las densas copas de los árboles. Sin duda ya no se encontraban en el viejo camino de Dyversa, aunque era algo difícil de asimilar.



Deseando averiguar algo más sobre su situación, el grupo avanzó por el camino hasta los restos de una antigua muralla, ahora reducida a unas enormes estatuas descabezadas y una gran verja de metal. Nada más atravesar la reja esta se cerró a sus espaldas y se oyó un lejano aullido. Por si fuera poco, un ligero olor a podredumbre guió a Delar hasta los restos de un desdichado viajero abatido por bestias. En su mano aún sostenía un sobre lacrado con el símbolo de una gran "B". En el interior una carta que rezaba así:

Que los dioses guarden a los valorosos de corazón:

Yo, el Burgomaestre de Barovia, os honro ... aun con gran desesperación en mi corazón.

Mi hija sin tacha, Ireena Kolyana, ha sido mordida por un vampiro durante las noches pasadas. Durante más de cuatrocientos años, esa criatura ha drenado la sangre vital de mi pueblo. Ahora mi querida Ireena languidece y muere a causa de una herida impía causada por esta vil criatura. Se ha vuelto demasiado poderoso para que podamos vencerlo.

Así no me resta sino implorarles que nos den por muertos, y rodeen esta tierra con símbolos de protección. Que los santos hombres recurran a su poder para que el diablo quede contenido dentro de estos muros de pesar. Dejen reposar nuestras penas en nuestras tumbas y salven al resto del mundo de este malvado destino nuestro.

Hay grandes riquezas guardadas en nuestra tierra. Regresen a por su recompensa solo cuando todos nos hayamos ido a un mundo mejor.

Kolyan Indirovich
Burgomestre de la Villa de Barovia


Tras leer la carta Mylon propuso utilizar su magia para llamar momentáneamente al espíritu del pobre viajero y obtener algo más de información, pero Volkas y Delar opinaron que era mejor no perturbar a los muertos. Sin otra alternativa aparente, el grupo continuó por el camino saliendo al comienzo de un valle enclavado entre unos picos amenazadores. Era la última prueba que necesitaban para que quedara claro que estuvieran donde estuviera, era un lugar muy lejos de la antigua calzada a Dyversa. Al menos los aventureros vieron no muy lejos lo que parecía un poblado a los pies de una enorme columna rocosa coronada por un castillo. Quizás allí podrían obtener respuestas.


Las calles del pueblo estaban desiertas, y la mayoría de sus casas tenían sus puertas y ventanas atrancadas y aseguradas con maderas. Además las fachadas lucían símbolos religiosos y otros tipos de amuletos, lo que confería a lugar un tono lúgubre y descorazonador. Pero si algo llamó la atención de nuestros aventureros fue un fuerte lamento de mujer que les llegaba desde algún punto de la villa. No tardaron en localizarlo en el interior de una casa de dos plantas. Mylon se encontró ante una mujer que mecía una muñeca rota muy realista. Después averiguarían que se trataba de Mary la loca. Su hija Geltruda se escapó tres días antes y nadie la había vuelto a ver. Mary estaba destrozada y Mylon le prometió que la traería de vuelta si estaba en su mano, aunque eso no pareció consolar mucho a la desgraciada madre.


El grupo entró a continuación en la taberna de La Sangre de la Vid, donde un hombre llamado Ismark se ofreció a responder algunas preguntas. Resultó ser el hijo del burgomaestre y hermano de Ireena, la persona mencionada en la carta que rescataran en el bosque. Así pudieron saber que se encontraban en la villa de Barovia, un lugar bajo el dominio del conde Strahd von Zarovich, un vampiro que llevaba atormentando a los lugareños desde generaciones por culpa de una antigua ofensa a los dioses que nadie recordaba ya. Ahora le había tocado el turno a la propia Ireena, de la que el conde se había encaprichado, visitándola durante dos noches seguidas. Ismark no podía permitir que su hermana cayera bajo el influjo de Strahd, y por eso había decidido partir hacia Vallaki, una villa fortificada en el interior del valle. El viaje sin duda sería peligroso pero quizás con la ayuda de los aventureros podrían lograrlo. Además en aquella dirección también se encontraba una antiguo bastión de caballeros sirvientes del bien -- Los caballeros del Dragón Plateado -- que quizás supieran como regresar a los aventureros a su mundo. El grupo salió a la plaza para poder discutirlo con intimidad.


Entonces les llegó el grito angustiado de otra mujer y el eco de una conversación acalorada. Una vez más Mylon se dirigió hacia el lugar solo para descubrir como una anciana encorvada arrebataba a un niño de su madre y lo introducía en un gran saco. Por lo visto la familia le adeudaba una gran suma y el pequeño era el pago. Tras inquirir a la mujer por su comportamiento, el grupo averiguó que se llamaba Morgantha y que vivía junto a sus dos hijas en un molino no muy lejano, además de que vendían unas galletas que prometían proporcionar un descanso libre de pesadillas, pesares y temores a quien las consumiera. Por lo visto algunos lugareños de Barovia eran adictos a tales galletas. La anciana no parecía tener muchas ganas de enfrentarse al grupo de aventureros, así que liberó al niño y regaló al grupo tres galletas. Los Valientes de Volkas no quisieron tener nada que ver con aquellas galletas, así que se las dieron a la familia del niño con la promesa de que serían las últimas que estos comerían.


Después de aquello el grupo decidió a ayudar a Ismark y junto a él se encaminaron hacia la antigua hacienda familiar...




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