viernes, 15 de enero de 2021

Aventureros de la Marca 8 y 9

Retomamos las andanzas de los Herederos de Uztum en tierras de la Marca del Oeste. En nuestra última sesión los dejamos explorando las cuevas del Llanto Perpetuo, vamos a ver si han salido airosos de la experiencia.

Abrazos no deseados

Los goblins saltaron sobre el bárbaro con sus picos listos para la batalla. No estaba claro quién se había sorprendido más con el encuentro, si las pequeñas bestezuelas verdosas o el irascible bárbaro amnésico. En cualquier caso ambos bandos se recompusieron con rapidez y se enzarzaron en un combate sucio y letal. El hacha de Einar descendió sin piedad dando cuenta de no pocos goblins, mientras Tulin buscaba hacerse un hueco para ayudarle.

Los peores temores del grupo se hicieron realidad cuando vieron a un gran orco y un goblin de aspecto shamánico corriendo por el corredor de su izquierda. Sin duda el ruido del combate los había alertado. El grupo había retrocedido hasta ese pasillo tratando de conducir a los goblins a un cuello de botella, ahora eran ellos los que se encontraban acosados por varios frentes.


Pero nuestros aventureros no se amilanaron. Varios frascos de aceite militar volaron sobre los enemigos recién llegados, y poco después el orco se desplomaba entre llamas y con una flecha de Albarad atravesándole el ojo. El shamán se demostró mucho más resistente, y su magia mucho más mortífera cuando unos proyectiles de energía tumbaron en represalia al explorador. Tulin arrastró a su compañero hasta una sala contigua, donde poder suministrarle una de las pocas pociones que aún les quedaban. Fue Barfin el encargado de devolver el golpe al hechicero enemigo, pues él mismo conocía bien el conjuro que este había lanzado, devolviéndoselo sin piedad. Einar seguía despachando goblins sin piedad, y ante la certeza de encontrarse ante una batalla perdida, el shamán huyó aprovechando una cortina de fuego levantada por uno de los frascos de aceite. El combate había terminado.

El grupo se ocupó de sus heridas con presteza y continuó con la exploración de aquellas salas. ¿Qué estarían buscando los goblins con sus picos? Los trasgos contaban con un mapa que indicaba claramente aquella sala, pero por más que la inspeccionaron no dieron con ningún indicio relevante. No tardarían en encontrar otro misterio que añadir a la lista, al llegar a una gran cueva natural y toparse con cuatro gruesas cadenas que se perdían por una amplia grieta del suelo.

Un instinto algo cuestionable les llevó a descolgarse por aquellas cadenas, llegando a un nuevo nivel más profundo. Cerca del lugar de descenso dieron con un nutrido grupo de hongos violáceos de buen tamaño, que el grupo esquivo con cuidado tras las advertencias de Tulin. Así llegaron a una caverna alfombrada por las setas rojas que buscaban.

Sin ganas de perder ni un segundo más en aquel lugar, nuestros aventureros se lanzaron a llenar sus bolsas de setas, solo para ver con horror como un enorme gusano tentaculado se descolgaba del techo, cabeza para abajo. Antes de que pudieran reaccionar, tanto Einar como Albarad quedaron paralizados bajo el toque de la criatura, dejando el destino del grupo en los filos de Tulin y Barfin. Y estos no fallaron. Si bien no pudieron acabar con el monstruo, al menos consiguieron ganar suficiente tiempo como para sus compañeros paralizados recuperasen la movilidad, y de esta forma fueran ellos los que rematasen el trabajo. Eso sí, el encuentro se llevó la última poción de curación del grupo.



Con el enfrentamiento aún fresco en la memoria, el grupo se movió con presteza por el resto del complejo, dando con varios cuerpos de goblins resecos y desprovistos de carne, y con los restos de un combate mucho más antiguo. En una de las cuevas dieron con el cuerpo de un enano del clan Malviken que parecía haber sucumbido luchando contra varios hombres-rata. Tulin se guardó el medallón con el símbolo del clan y el hacha, que según Barfin parecía ser mágica.

Pero aquel complejo maldito aún guardaba una última sorpresa para nuestros aventureros. Los Herederos de Uztum dieron con un camino que ascendía hacia el nivel superior del complejo. Lo siguieron hasta llegar a una puerta cerrada, que Einar derribó sin contemplaciones haciendo buen uso de su hacha. Un terrible estruendo atravesó el silencio imperante como un trueno al inicio de una tormenta, y antes de que pudieran reaccionar, el techo cayó sobre el bárbaro sepultándolo sin piedad.

El resto de nuestros aventureros se lanzaron a socorrer a su compañero, en estado muy grave. Lo peor es que esa ruta estaba bloqueada, tendrían que volver hasta las cadenas y ascender por allí. No pocos dioses debían estar mirando bien a los aventureros aquel día, ya que contra todo pronostico consiguieron subir con el cuerpo de Einar. Sin embargo todos sabían que el bárbaro no aguantaría hasta llegar a un lugar civilizado.

Y así Tulin, sin pensárselo dos veces, puso la daga de Uztum en la mano de Einar y la movió para clavarse el filo en su propio pecho. La hoja adoptó un tono rojizo al alimentarse de la sangre del enano, solo para perderlo al transferir la fuerza vital a su poseedor. Barfin siguió el ejemplo y la repugnante daga vampírica se alimentó del elfo para terminar por arrancar al bárbaro de las garras de la muerte. Sin saber si aquella acción acarrearía algún peaje futuro, el grupo abandonó las cuevas del Llanto Perpetuo camino de las granja de Lidia y Argal.



Las atenciones de Aliana pronto curaron todas las heridas físicas del grupo, mientras Lidia hacia lo propio con Argal, usando las setas rojas recolectadas por los aventureros.

Con Argal ya repuesto, nuestros aventureros se enteraron de que la supuesta enfermedad carmesí no era tal, sino el resultado de un veneno utilizado por una hermandad de asesinos. Argal había pertenecido a la misma de joven, y el ataque era probablemente la represalia por haberla abandonado. Argal y Lidia decidieron que se marcharían de la granja lo más rápidamente posible, para iniciar una nueva vida en algún lugar lejano bajo nuevas identidades. Los Herederos de Uztum no estaban dispuestos a hacer lo mismo, pese a que su intervención tal vez los había puesto también bajo la mira de aquellos asesinos.

En compañía de una meditabunda Aliana, el grupo se encaminó de vuelta a Olmeda...


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