Continuación de Los Viñedos de Bulbar (Aquí los sucesos anteriores)
Habíamos dejado a nuestros aventureros de noche, después de haber hecho huir a un grupo de goblins y de haber mantenido unas negociaciones muy cortas con unos trasnos. Los personajes sabían ahora que los cuatro trasnos estaban detrás de los problemas de Bulbar, pero eso no les proporcionaba mucho consuelo a tenor de los dicho por los seres faéricos. Al haber impedido que los goblins recuperaran su piedra-totem parecía que habían condenado a la hacienda de Bulbar a un ataque masivo por parte de estas criaturas. Sin tener muy claro cuál sería su siguiente paso, esperaron para asegurarse que los goblins no volvían y se retiraron a descansar.
No mucho después los despertó uno de los mozos de Bulbar. Por lo visto a primera hora había llegado una persona preguntando por los aventureros y asegurando conocerles. Tras la sorpresa inicial se reunieron con la persona en cuestión que resulto ser Gromm el Bardo. Gromm por fin había llegado a Falcongrís y se había hospedado en la posada convenida. Preguntando a Olaf, el dueño, había sabido de la partida de los personajes hacía la hacienda de Bulbar y así había terminado por dar con ellos. No había sido un viaje fácil, pues la ligera nevada del día anterior y el no conocer de primera mano el camino lo habían retrasado más de lo necesario. En cualquier caso por fín los cuatro amigos se habían reunido y parecía que el encuentro había sido providencial.
Una vez Gromm estuvo al corriente de los sucesos de las últimas noches, el grupo volvió a la zona este para prepararse para la noche. Lo primero que hicieron fue montar algunas trampas en el camino entre el bosque y la parte derruida del muro, unos agujeros profundos con una estaca de madera en el fondo. Una trampa terrible para el que metiera el pie. También reconstruyeron y ampliaron la zanja utilizada para crear el muro de fuego. Luego arrastraron la piedra totémica hasta una zona de tierra de nadie, entre el bosque y el murete y se apostaron para ver que sucedía.
No tuvieron que esperar mucho, en cuanto la luz de sol desapareció la piedra empezó a levitar y a desplazarse hacia el sur, en paralelo al muro. Los aventureros no habían contado con esta jugada de los trasnos, pues estaba claro quien andaba detrás. El grupo saltó al unisono de su escondite y corrieron a sujetar la piedra. Los cuatro aventureros eran demasiado para la magia que estaban usando los trasnos y pudieron empujar la piedra hasta llevarla de vuelta detrás del muro, hasta sus posiciones. Después de eso, Volkas subió al muro de 1,20 metros y comenzó a gritar a la linde del bosque, tratando de obligar a los trasnos a hacerse visibles. Los seres faéricos no se presentaron, a cambio el grupo pudo ver distintos ojos luminosos que indicaban que los goblins habían llegado.
El ataque no se hizo esperar y quince goblins cargaron hacia la posición de nuestros aventureros. Volkas el mago, se movió en solitario hacia el lado norte de la parte derruida para poder prender la trampa de fuego. La distancia era corta, pero el muro aseguraba cierta contención. Además al menos cuatro goblins cayeron en las trampas de estacas quedando malheridos.
En el flanco norte, Volkas prendió la fosa y cuatro goblins que entraba en ese momento por la parte derruida cayeron en un infierno de llamas. Dos no se volvieron a lenvantar, pero dos más consiguieron pasar a duras penas. Volkas no tuvo tiempo para celebrar su acción, pues dos goblins trepaban ya por su lado y se enfrentaban contra él. Lanzó un frasco de aceite militar a uno de sus adversarios, pero erró el tiro así que se asió con fuerza su bastón y se encomendó a Baccob.
En el flanco sur la cosa no parecía ir mucho mejor. La mayoría de los goblins se habían agolpado en esa zona para evitar las estacas y varios enemigos habían subido ya al muro mientras otros se dirigían aun más al sur para flanquear a los defensores. Gromm y Turak demostraron estar preparados para la contienda, descargando un torrente de golpes sobre sus enemigos. Jidra, también se defendió muy bien, demostrando que el clérigo estaba listo para seguir el ritmo de los guerreros. Sin embargo eran muchos enemigos, y pronto se vieron rodeados.
Volkas no duró tanto. Llegó a pelear hasta con tres enemigos, pero dos lanzazos acabaron con sus aspiraciones de mantener el flanco norte. Cayó sobre la nieve empezando a crear un gran charco de sangre que presagiaba lo peor.
En el sur, Gromm también recibió un par de heridas bastante feas, pero se mantuvo impertérrito mientras su alabarda acababa con más y más goblins. Al final el último de sus adversarios intentó huir pero Gromm no tuvo misericordia y acabó con él. Turak hizo lo propio con sus adversarios, aunque también resultó herido. Jidra parecía llevar la peor parte del combate del sur combatiendo contra tres adversarios, pero Turak acudió en el último momento y acabaron con los enemigos rápidamente.
Una vez comprobaron que no habían más goblins en la zona, los tres supervivientes corrieron a socorrer a Volkas. Aunque muy mal herido un respiraba. Jidra rebuscó entre las pertenencias de Volkas y le aplico tres unguentos curativos de los que compraron en Falcongrís. El resultado fue casi inmediato y el color volvió a la cara cenicienta de Volkas. El Mago se había salvado.
Con Volkas ya en pie, fue Gromm quien esta vez gritó hacía el bosque instando a los trasnos a mostrarse para negociar un trato. Una de las esquivas criaturas se mostró justo en la linde. Los aventureros le ofrecieron terminar de liberar las cavernas de los trasnos a cambio de que dejaran en paz la hacienda de Bulbar. Esta vez los trasnos aceptaron. En las cavernas no habían ya guerreros, pero aun estaban ocupadas por la tribu goblin.
Viendo cerca una posible solución para el entuerto de Bulbar, el grupo se dispuso a descansar y a lamerse sus heridas ...
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