Seguimos con las andanzas de nuestro aguerrido grupo de aventureros. En nuestra última sesión los dejamos negociando los pormenores de su nuevo trabajo como cazadores de arcos. Veamos que grado de éxito han tenido en su nuevo cometido.
Rastreando orcos
Su compromiso con la búsqueda de las reliquias de Vecna no había decrecido ni un ápice. O al menos eso era lo que nuestros aventureros se decían a sí mismos. Sin embargo se les presentaba una buena oportunidad de ganar más dinero y a la vez continuar con la exploración de las zonas cercanas a las ruinas del castillo de Falcongrís. También pudiera ser que Galiard no desease abandonar la ciudad donde había conocido a hechiceros de tanto renombre como Jallarzi u Otiluke.
Fuera como fuese, los Valientes de Boccob habían aceptado el encargo del gremio de comerciantes, y ahora tenían que honrarlo. Brando (el mentor de Markus) y un enviado del gremio (Unthias) les habían dado algo de información, como la existencia de un superviviente del último ataque orco cerca del puente de Zagyg. Sin embargo nuestros aventureros descartaron esa vía y apostaron por visitar directamente el lugar de la refriega y seguir cualquier rastro que pudieran encontrar.
Así se pertrecharon de nuevo y abandonaron la ciudad con las primeras luces del alba. Además habían arrancado de los comerciantes la promesa de recomprar cualquier mercancía que recuperasen. Aunque la naturaleza de lo robado por los arcos no dejaba de ser algo peculiar, pues en su mayoría había consistido en comida y otros productos perecederos.
No tardaron en dar con el lugar del último ataque. Las huellas del enfrentamiento estaban presentes por toda la zona, y no requirió demasiado esfuerzo encontrar un rastro que seguir. El grupo sospechaba que aquellos orcos asaltadores tenían algo que ver con la partida que se encontraron en la vieja mansión de Zagig, pero llegó un momento en el que el rastro abandonó la dirección de la mansión y se encaminó hacia las ruinas del castillo. Tampoco llegaron hasta ese lugar, pues un poco antes, el rastro terminó por conducirles hasta un pequeño valle por el que discurría un arroyo. El lugar estaba sembrado de cuevas y maleza. Un buen escondite, sin duda.
Bajo la dirección de Markus, el grupo se agazapó entre un grupo de árboles de la zona alta. Desde allí tenían una visión privilegiada del valle. Su paciencia se vio recompensada cuando a primera hora de la noche vieron a un pequeño grupo de orcos salir de una de las cuevas cercanas y dirigirse hacia la salida del valle. Galiard teorizó con que seguramente sería un grupo de caza, y que era mejor esperar un poco más. Así conocieron a otro habitante del valle, un oso lechuza que bajo a beber del riachuelo desde otra de las cuevas. Decididos a esperar por si el valle contenía otras sorpresas, nuestro grupo se organizó para hacer guardias y descansar en la medida de lo posible. Antes del amanecer los orcos volvieron a hacer acto de presencia. Tal y como había deducido Galiard, la partida orca de caza regresaba al redil con un par de piezas cobradas.
Apenas una hora después los Valientes de Boccob habían trazado su plan de ataque. No se podía decir que fuera muy sofisticado, pero lo importante era la efectividad. Al final habían decidido proceder con una incursión directa por la puerta principal. Hasta ese día les había dado buen resultado (si no contaban a la pobre Luel). Y así, y aunque trataron de adentrarse lo más sigilosamente posible, no pudieron evitar que un par de guardias orcos dieran la señal de alarma y se montara una buena refriega en la entrada de la cueva. No era un mal lugar, pues al menos los orcos no podían aprovechar su superioridad numérica en ese terreno. Claro que todo dependía de que Finan y Juku pudiesen mantener la posición...
Apenas una hora después los Valientes de Boccob habían trazado su plan de ataque. No se podía decir que fuera muy sofisticado, pero lo importante era la efectividad. Al final habían decidido proceder con una incursión directa por la puerta principal. Hasta ese día les había dado buen resultado (si no contaban a la pobre Luel). Y así, y aunque trataron de adentrarse lo más sigilosamente posible, no pudieron evitar que un par de guardias orcos dieran la señal de alarma y se montara una buena refriega en la entrada de la cueva. No era un mal lugar, pues al menos los orcos no podían aprovechar su superioridad numérica en ese terreno. Claro que todo dependía de que Finan y Juku pudiesen mantener la posición...