Nos vamos acercando al final de las aventuras -y desventuras- de nuestros aventureros en Barovia. En su última sesión se vieron obligados a replegarse después de un encontronazo con varias brujas que no terminó muy bien. ¿Lograrían pasar desapercibidos el tiempo suficiente para recuperar sus fuerzas?
Donde el mal anida
Dentro del pequeño refugio extraplanar invocado por Volkas, el grupo se agolpó hacia las "ventanas" que les permitían ver el exterior. Una terrible tormenta oscurecía el cielo y anegaba la terraza de la torre donde se ocultaban. Si su orientación no les fallaba, la noche estaba cayendo, y no fueron pocas las criaturas que vislumbraron entre las sombras moviéndose de aquí para allá. No había forma de saber si los estaban buscando, pero no merecía la pena obsesionarse demasiado con el tema, si los encontraban tendrían que pelear en el estado en el que estuvieran, de ahí que fuera perentorio descansar y recuperar fuerzas cuanto antes. Sin embargo Mylon quiso aprovechar el momento para averiguar algo más de la estatuilla que encontraran en la capilla del castillo, averiguando que poseía algunos poderes de curación y de protección contra los muertos vivientes.
Por si la sensación de urgencia no fuera ya lo suficientemente alta, la carta con la invitación del conde ardió en el bolsillo de Mylon. El mensaje estaba claro: ya no eran bienvenidos, fuera lo que fuera que aquello había significado hasta entonces. Por suerte las horas pasaron una a una y su refugio se mantuvo oculto. Lo que no mejoró fueron las condiciones climatológicas. En teoría se iniciaba el amanecer cuando el grupo se puso otra vez en marcha, pero la terrible tormenta sumía todo el entorno en la oscuridad más densa que los Valientes de Volkas hubieran visto nunca.
La torre donde lucharan contra el corazón de cristal aún se mantenía en pie. Otra cosa era las escaleras que habían usado para llegar hasta allí. En varios sitios se habían venido abajo, haciendo de esa ruta un camino más que peligroso. No les quedó otra que volver sobre sus pasos y descender por la torre donde se habían encontrado con las brujas. Mylon había pasado todo el descanso orando, y Pelor parecía haber respondido a sus plegarias concediéndole un nuevo don que quizás permitiese al grupo enfrentarse de una vez a Strahd. Había que llegar como fuese a las primeras escaleras que encontraran tapiadas cerca de la capilla. El grupo creía haber descifrado el significado de la última carta leída por Madam Eva, y si estaban en lo cierto, esas escaleras debían conducir hasta la tumba del conde.
Pasarón lo más rápidamente posible por la primera planta, la ocupada por el laboratorio de las brujas, y continuaron descendiendo hasta un descansillo con una trampilla de madera en el suelo, una gran alfombra roja y un enorme cuadro del conde en la pared. Delar se adelantó para comprobar si algo se escondía bajo la alfombra. En ese momento la alfombra cobró vida y atacó al desdichado explorador, envolviéndolo por completo. Por suerte el grupo actuó con celeridad y liberaron a Delar, además de terminar con aquella abominación. Lamentablemente el ruido había alertado a un habitante bastante peculiar de aquella planta. Ante el asombro de los aventureros, se abrió una puerta cercana y vieron a un hombre pálido vestido exquisitamente que los miraba con curiosidad. Se presentó como Escher,
Puesto que el vampiro no parecía muy interesado en enfrentarse a los aventureros, y el grupo tampoco deseaba gastar recursos valiosos en otro enfrentamiento que no fuera contra el conde, no se enfrentaron, y tras mantener un dialogo tenso sin más consecuencias, el grupo continuó con su descenso por las escaleras.
De esta forma llegaron a un lugar conocido; el descansillo de la tercera planta que daba a los aposentos de Gertruda. Un piso más abajo estaba la habitación del contable, pero el recuerdo de la campana de llamada que había a su lado persuadió a los aventureros de tomar esa ruta. En vez de eso continuaron por las escaleras de caracol hasta la planta baja, justo enfrente de la puerta desde la que les llegaba aquella machacona música de órgano. Al menos sabían dónde estaban y qué ruta tomar para llegar hasta las escaleras tapiadas. Sin embargo la cosa no sería tan fácil. En cuanto el grupo entró en la sala de recepción, las gárgolas del techo cobraron vida y les atacaron. Cada aventurero se vio acosado por dos de aquellas criaturas, que no parecían sentir dolor. Ezmeralda y Delar recibieron heridas de gravedad, pero aquella maldita tierra los había curtido y cambiado. No claudicarían tan cerca del final. Mylon invocó una miríada de almas en su ayuda, y muchos de los oprimidos durante años respondieron. Como un vendaval cayeron sobre las gárgolas reduciéndolas a poco más que polvo.
El camino quedó expedito, y así los Valientes de Volkas pudieron llegar hasta su objetivo. Delante del muro de piedra que les impedía seguir descendiendo, Mylon invocó una vez más el poder de Pelor -aquél conocido como el señor de la mañana en Barovia- y una puerta se dibujó en la piedra. Un aire apestoso, cargado de siglos y de maldad, les dio la bienvenida. Y así el grupo descendió hasta las catacumbas de Ravenloft, donde el mal anida ...