En nuestra última sesión, dejamos a los Valientes de Volkas tras su enfrentamiento con varios demonios. Su situación en Erelhei-Cinlu empieza a complicarse, resultado de llamar la atención de ciertos personajes de mal vivir.
Un paseo por el campo
La conversación con el ilícido había sido muy provechosa. No tanto en lo económico donde no pudieron rascar más de las 2.000 monedas prometidas, como por la información sobre la seguidora de Graz'zt y cierta tablilla suelia que obraba en su poder. Además Oolachrithon sí podía traducir lo escrito en el pergamino flaenio, y Volkas no perdió la oportunidad de tomar buena nota del contenido.
De esta forma escucharon de viva voz la leyenda del encarcelamiento del Dios Elemental Ancestral a manos de Beory, furiosa tras descubrir que varios de sus seguidores habían caído en sus redes. Utilizando su gran poder, petrificó al terrible dios y lo redujo a pedazos, aunque parece que el proceso encerró parte de la esencia del dios en los fragmentos que Beory diseminó por toda Oerth. Si la leyenda era cierta, la tablilla suelia contenía información sobre la verdadera naturaleza de la cárcel de Dios Elemental Ancestral, lo que era sin duda un gran regalo que ofrecer a Eclavdra. Tal vez era un buen momento para salir de la ciudad y estudiar la hacienda de los Eiservs. Oolachrithon se ofreció a proporcionarles unos medallones para identificar al grupo como seguidores de Lolth. A fin de cuentas, él era el primer interesado en que nuestros aventureros pudieran observar un rito del Dios Elemental Ancestral.
De vuelta a la posada, Mylon trató de identificar en qué gueto de la ciudad podría encontrarse Jirmelle, obteniendo solo una vaga idea de que se encontraba al noroeste de su posada. No parecía que de ahí se pudiera rascar mucho, y aunque el grupo sopesó utilizar los servicios de Slug, pensaron que era demasiado peligroso. A cambio, sí que hablaron con el pequeño goblin esclavo para que los condujera hasta la salida norte.
Slug el simpático, gran guía de Erelhei-Cinlu |
El camino fue algo más accidentado de los esperado, pues al pasar por una gran plaza llena de oradores y predicadores de todos los pelajes, un extraño elfo drow apuntó en su dirección y clamó porque ayudasen a su señora Lolth, que según él, hablaba por su boca:
... Y ¡ay de vosotros, aire y tierra y fuego y agua, si no veis las señales de las llaves! Joyas y no joyas. ¡Uno y tres y ocho y cuatro! ¡Recordad esos números y sabed lo que buscáis! ¡Una vez que estos se unan un antiguo enemigo quedará libre y todos sufriremos! O quedará atrapado para siempre. ¡Pero cuidado, no sea que nuestra madre de ocho patas quede atrapada también! ¡Tened mucho cuidado!
No pudieron oír mucho más, pues un grupo de guardias entró en tropel en la plaza con la clara intención de dispersar a los presentes y de apresar al orador. Nuestros aventureros también pusieron pies en polvorosa, mientras Slug les contaba que el orador en cuestión respondía al nombre de "Dido" y que era bien conocido en la ciudad por ser un alborotador de cuidado. Tanto la hermandad de guardias de los Principies Demonio como la hermandad de las Seguidoras de Lolth buscaban ponerle las manos encima por la herejía que representaba en la sociedad matriarcal drow que Lolth hablara por boca de un elfo masculino.
Poco más pudieron "disfrutar" de la compañía del goblin, pues no le estaba permitido (ni tenía intención) de abandonar la ciudad. Los medallones parecieron cumplir su función y el grupo no fue molestado al cruzar la gran puerta norte. Así llegaron hasta una zona elevada de la gran bóveda drow que contenía ocho haciendas de diferentes tamaños. Obviamente cada una debía corresponder con una de las ocho grandes casas nobles del lugar. En una encrucijada del camino, había varias señales con runas que terminaron por confirmar sus suposiciones, ya que las runas Eiserv y Despana lucían entre otras seis.
Para no levantar sospechas, los Valientes de Volkas se escondieron entre las ruinas de una hacienda abandonada, quizás una novena casa noble caída en desgracia. Desde allí partieron invisibles hasta llegar a la hacienda de Eclavdra. Una muralla de cuatro metros se interponía entre ellos y la casa principal. Aún estaban decidiendo que hacer cuando vieron una pequeña comitiva encabezada por Jirmelle que llegaba hasta la puerta principal cargando con la famosa tablilla. Todo se precipitaba...
Los Valientes de Volkas asomándose a través de la muralla. |