Una de las razones de la vuelta de nuestros aventureros a Rappan Athuk era encontrar los restos de Luel, su compañera caída. En nuestra última sesión los dejamos recién llegados a la cámara donde debían encontrarse esos restos ¿habrán conseguido su objetivo?
El saber no ocupa lugar
Nuestros aventureros se debatían entre la cautela que Rappan Athuk exigía y el ansia por encontrar los restos de su compañera caída. El propio recuerdo de cómo la perdieron inclinó la balanza hacia lo primero, y el grupo comenzó a moverse lentamente siguiendo la pared de la caverna. Aún tenían muy presentes a las criaturas que se dejaban caer desde el techo, esos "perforadores".
Su cautela se demostró acertada cuando al pasar entre dos estalagmitas, un perforador se dejó caer sobre Markus y Juku. Atento como estaba, Markus pudo retirarse a tiempo, no así Juku, que fue alcanzado por la criatura en el muslo recibiendo un terrible herida. El resto del grupo se abalanzó sin perder ni un instante y neutralizó a la criatura rápidamente.
Un poco después salían de la zona más peligrosa, aunque no bajaron la guardia. Así llegaron hasta su objetivo. Los restos de Luel yacían no muy lejos de la caseta donde también encontraran los restos de los enanos. El contenido de la mochila de su compañera estaba esparcido por tierra, sin rastro del libro de Tánatos. Enrollaron el cuerpo en su manta y realizaron una pequeña ceremonia. Además Heahmund interpeló al poder de Heironeous y lanzó un conjuro que preservaría su cuerpo hasta que vinieran a llevárselo. Ante todo eran aventureros, y aunque habían logrado uno de sus objetivos, Rappan Athuk aún les tentaba con sus múltiples secretos. Al menos desvelarían uno de ellos antes de irse; a dónde conducía aquel pasillo cubierto de mármol que empezaba en la parte norte de la caverna.
En cuanto los aventureros pusieron un pie en el pasillo, una tenue luz verde lo iluminó en su totalidad. En cada pared una hilera de calaveras parecía sonreír al grupo. Sus ojos enjoyados emitían aquella luz maldita que parecía llamarles. Juku tuvo que contenerse como nunca para no lanzarse a por las gemas, pero sabía que el resto del grupo no se lo permitiría. Markus siguió avanzando atento a cualquier indicación de la presencia de trampas. En cuanto alcanzó el final del pasillo, cuatro pebeteros se encendieron e iluminaron una estancia no muy grande. En la pared opuesta a la estrada, sobre un estrado lleno de cojines, una esfinge lo miró con curiosidad mientras se desperezaba.
El grupo se quedó paralizado. La presencia de la criatura los había cogido por sorpresa. La mente de Galiard se puso a trabajar febrilmente, rescatando toda la información que hubiera podido aprender sobre esos seres; grandes hechiceros, sabios sin parangón dotados del don de la clarividencia, enemigos terribles capaces de dejarse llevar por la furia y reducir a tiras a sus enemigos, pero por encima de todo, unos buscadores incesantes de conocimientos y de riquezas. Todo eso se agolpaba en la mente de Galiard que lo trasmitía con rapidez al resto del grupo. Nuestros aventureros sabían que no podían enfrentarse a tal criatura, así que comenzaron a recular, pero ante sus ojos, la esfinge se desvaneció para reaparecer en el pasillo a sus espaldas --¿ya os vais? llevo mucho tiempo sin recibir visitas y me vendría bien algo de compañía-- les dijo con un tono amable que no admitía replica.
De vuelta a la cámara, la esfinge les relató cómo los de su raza preferían ocultarse y retirarse de la superficie, pues no pocos humanos los cazaban en busca de sus legendarias riquezas. Llevaba allí incontables años, sin que ningún habitante de Rappan Athuk osara molestarla. Eso limitaba mucho sus opciones para conversar. Por eso, y por una buena cantidad de oro, estaba dispuesta a responder a las preguntas que le hiciese el grupo. Pero nuestros aventureros iban escasos de oro. La esfinge les propuso entonces que por cada pregunta que ella formulase para todo el grupo, ellos podrían hacerle una a ella, y les advirtió de los peligros de mentir en el interior de aquella cámara.
Siguió entonces un intercambio de preguntas, donde los jugadores se vieron enfrentados a su pasado, a sus temores y a sus debilidades como grupo. Galiard reconoció que fue su ambición y no el amor lo que le llevó a animar a Sirene a denunciar a los discípulos de Kalhadas. Juku descubrió que Pete Leimor no había asesinado a sir Argan de Sentarén, sino que había sido el propio hermano del noble. Markus tuvo que enfrentarse a la incómoda verdad de que el resto del grupo lo considerase el miembro más débil y prescindible, y Heahmund dejó de manifiesto su fanatismo hacia la legalidad y la justicia, por los que no dudaría en sacrificar a sus compañeros si alguna vez se apartaban del camino del bien.
A cambio descubrieron que la mano y el ojo de Vecna ya no se encontraban en Rappan Athuk. Un grupo de gnolls seguidores de un supuesto templo al dios elemental los habían reclamado hacía unos meses, y el Rey Minotauro se los había cedido. La mano sí llegó hasta el templo, pero el ojo acabó en otro lugar, un templo olvidado consagrado a Tharizdun. Galiard conocía bien el primer templo, pues no estaba lejos de Celene y tuvo un papel muy destacado diez años atrás. Estuvo habitado por un nido de sectarios adoradores de algún dios oscuro que por suerte fueron dispersados por las fuerzas combinadas de Furyondia, Veluna y sus aliados. Sin duda era una mala noticia que estuvieran otra vez en activo. En cuanto al segundo emplazamiento, Galiard solo recordaba algunas menciones veladas a Tharizdun el aborrecible, un abyecto dios que solo aspira a la destrucción total de cualquier tipo de vida.
A petición de los aventureros, la esfinge también les reveló que el templo a Tharizdun se encontraba en algún punto de las Yatil, al oeste de Perrenlandia, en el valle de los gnomos. También les previno de que eran lugares peligrosos, especialmente el segundo. Pero no todo iban a ser malas noticias. Para terminar su conversación, los aventureros obtuvieron de la esfinge indicaciones de dónde encontrar un tesoro oculto ¡en la propia ciudad de Rappan Athuk! Con un poco de suerte no volverían con las manos vacías...
De vuelta a la cámara, la esfinge les relató cómo los de su raza preferían ocultarse y retirarse de la superficie, pues no pocos humanos los cazaban en busca de sus legendarias riquezas. Llevaba allí incontables años, sin que ningún habitante de Rappan Athuk osara molestarla. Eso limitaba mucho sus opciones para conversar. Por eso, y por una buena cantidad de oro, estaba dispuesta a responder a las preguntas que le hiciese el grupo. Pero nuestros aventureros iban escasos de oro. La esfinge les propuso entonces que por cada pregunta que ella formulase para todo el grupo, ellos podrían hacerle una a ella, y les advirtió de los peligros de mentir en el interior de aquella cámara.
Siguió entonces un intercambio de preguntas, donde los jugadores se vieron enfrentados a su pasado, a sus temores y a sus debilidades como grupo. Galiard reconoció que fue su ambición y no el amor lo que le llevó a animar a Sirene a denunciar a los discípulos de Kalhadas. Juku descubrió que Pete Leimor no había asesinado a sir Argan de Sentarén, sino que había sido el propio hermano del noble. Markus tuvo que enfrentarse a la incómoda verdad de que el resto del grupo lo considerase el miembro más débil y prescindible, y Heahmund dejó de manifiesto su fanatismo hacia la legalidad y la justicia, por los que no dudaría en sacrificar a sus compañeros si alguna vez se apartaban del camino del bien.
A cambio descubrieron que la mano y el ojo de Vecna ya no se encontraban en Rappan Athuk. Un grupo de gnolls seguidores de un supuesto templo al dios elemental los habían reclamado hacía unos meses, y el Rey Minotauro se los había cedido. La mano sí llegó hasta el templo, pero el ojo acabó en otro lugar, un templo olvidado consagrado a Tharizdun. Galiard conocía bien el primer templo, pues no estaba lejos de Celene y tuvo un papel muy destacado diez años atrás. Estuvo habitado por un nido de sectarios adoradores de algún dios oscuro que por suerte fueron dispersados por las fuerzas combinadas de Furyondia, Veluna y sus aliados. Sin duda era una mala noticia que estuvieran otra vez en activo. En cuanto al segundo emplazamiento, Galiard solo recordaba algunas menciones veladas a Tharizdun el aborrecible, un abyecto dios que solo aspira a la destrucción total de cualquier tipo de vida.
A petición de los aventureros, la esfinge también les reveló que el templo a Tharizdun se encontraba en algún punto de las Yatil, al oeste de Perrenlandia, en el valle de los gnomos. También les previno de que eran lugares peligrosos, especialmente el segundo. Pero no todo iban a ser malas noticias. Para terminar su conversación, los aventureros obtuvieron de la esfinge indicaciones de dónde encontrar un tesoro oculto ¡en la propia ciudad de Rappan Athuk! Con un poco de suerte no volverían con las manos vacías...
Buen giro lo de la esfinge.
ResponderEliminarLa verdad es que lo disfruté mucho, y por lo que me dijeron los jugadores, ellos también. Una de las mejores cosas de utilizar material publicado en tus partidas es que aparecen encuentros y situaciones que te obligan a salir de tu zona de confort. Nunca se me habría ocurrido incluir una esfinge, ahora este episodio se queda ya en mi memoria y seguro que lo volveré a utilizar en alguna partida futura.
EliminarHay detalles que te hacen valorar la calidad de tu master y te espolean a esforzarte más a la hora de dirigir.
ResponderEliminar¡Veremos que sorpresas nos esperan!
Pues sí, disfrutad de que tenéis la suerte de que un buen dM os arbitre. Quien tiene un dM, tiene un tesoro.
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