Tras conseguir escapar de la fortaleza de David Lodge, nuestros aventureros solo quieren volver a entrar para poder ajustarle las cuentas. Ahora solo falta ver si los sectarios quieren colaborar, claro.
Dulces sueños
La primera guardia corrió a cargo de Edward. Mientras sus compañeros dormían, él no quitaba ojo de la cueva por donde querían volver a entrar. Sin embargo, y pese a la situación de alerta en la que se encontraban, no pudo evitar sucumbir a un pesado sueño.
Todos despertaron sobre el frío suelo de una caverna vacía. Sin ropas ni rastro de su equipo, apenas podían ver, pues solo una tenue luz se filtraba por la única salida de la cámara. Sin mucho que perder, avanzaron con cuidado hasta toparse con dos grandes figuras ataviadas con pesadas túnicas: Kaman-Thah y Nasht, los guardianes de las Tierras del Sueño. Estos seres, que se presentaron como los guardianes de la llama, les informaron de que llevaban consigo unas llaves de plata que les permitían conservar sus recuerdos, y que habían sido llamados por un "amigo". Supusieron que las llaves se las habría "deslizado" la misma criatura que les liberó de la maldición de Ghatanothoa, y que por tanto, ese amigo no podía ser otro que Pickman. Los guardianes les dieron ropas y una copia de todo su equipo, pues lo que es de la realidad despierta no viaja a la del sueño y viceversa.
Sin más, el grupo se despidió de los guardianes. La salida los dejó a los pies de una escalinata imposible que descendía, flotando en el aire, desde la cima de una montaña y se perdía a través de una densa capa de nubes. Por encima suyo, solo quedaba un cielo estrellado más oscuro de lo que sería normal.
No se veía a nadie, pero aquella bajada iba a ser del todo menos sencilla. James y Chogan estaban seguros de que unas sombras los acechaban desde las alturas, y aunque dieron la voz de alarma, no pudieron evitar que unas horribles criaturas de alas correosas cayeran en picado sobre ellos. La situación era delicada, pues estando sobre aquella escalera, una caída sería del todo fatal. Pero nuestros aventureros habían pasado ya por varias situaciones parecidas y había llegado muy lejos para sucumbir en aquel punto. Pronto organizaron un contraataque y evitaron que aquellas criaturas se llevaran a Hendrick en volandas. Poco a poco, tajo a tajo y disparo a disparo, fueron librándose de aquellos horrores voladores sin rostro, hasta que el camino quedó otra vez expedito.Así lograron llegar hasta la base de la escalera, desde donde partía un camino que atravesaba un bosque frondoso de vívidos colores. Allí les esperaba Jamie Homes, el malogrado alcalde de Kingsport, enviado por Pickman para recogerles y llevarles hasta la casa del soñador. El camino aún les deparó alguna sorpresa, como una carrera a toda prisa para evitar ser devorados por unos gigantes de cuatro brazos y cabezas abiertas en vertical. Para Chogan aquella experiencia fue demasiado, y su frágil paz mental se quebró por segunda vez. Pero, al menos, todos pudieron llegar sanos y salvos a una ciudad de murallas enormes donde por fin pudieron hablar con Pickman.
Este les puso al corriente de los últimos acontecimiento, y es que todo indicaba que los zoog (las pequeñas ratas de rostros tentaculados) vivían en las Tierras del Sueño y eran enemigos jurados de Ghatanothoa y sus sirvientes. Hasta ahora, el pacto de Kingsport había mantenido alejados a los seguidores de Ghatanothoa, pero David Lodge había conseguido romper aquel equilibrio, hacerse con cierto conocimiento prohibido y desencadenar el ritual que traería a Ghatanathoa de vuelta a la vida. Con estos acontecimientos ya en marcha, solo había una forma de pararle los pies. Había que encontrar el Libro de Kaza (que se encontraba en las Tierras del Sueño) y volver con él a la tierra de los despiertos. Allí, necesitarían contactar con un hechicero (¿quizás Tristan Curwen?) que usando el Corazón de Kaza podría desencadenar un hechizo que evitase la llegada de Ghatanothoa.
No habían muchas más opciones, y tras asegurarse de que al llevar las llaves dormirían y se despertarían en aquel lugar, el grupo decidió descansar y recuperar fuerzas antes de partir tras el libro. Sin duda, las iban a necesitar...
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